“Siéntate hijo, que juega Leo”. Deben decir los padres que un día vieron también maravillar al aficionado culé a Johan o Diego a sus hijos. El argentino puso por delante a su equipo en la eliminatoria con dos goles, dos goles que suponen una ventaja enorme y que al mismo tiempo se toma como insuficiente tratándose del Real Madrid. Como dijo Pep Guardiola en la rueda de prensa post-partido, contra cualquier otro equipo se podría dar por hecha la clasificación, pero contra el Real Madrid no. Queda un partido, otra ocasión para ver a Leo. En su casa, con su gente, acompañado de Iniesta ésta vez y con su mejor amigo: el balón.
21 defensas y no lo pararon. Los once contrarios y los diez propios. Un mal partido de fútbol hasta que aparecia él para dibujar el trazo del balón pegado a su bota. La imaginación muchas veces está por encima de la voluntad y decide partidos. Un encuentro planteado de forma apacible por ambos técnicos. El Real Madrid no quería la pelota, al igual que en otras ocasiones, pero esta vez tampoco buscaban al rival. Un planteamiento que desesperó a sus propios jugadores que sentían que podían hacer algo mejor. Algo que no sentó bien a algunos aficionado del club, que nunca vieron algo semejante en un equipo de la dimensión del suyo, mucho menos, en casa. Los de Messi por su parte, tampoco tenían prisa. Tocar, tocar y tocar. Si no vienen, no pasa nada, nosotros así estamos cómodos. Si les da por venir, activamos espacios muertos, cuestión de movilidad para dar un mejor camino a la pelota. Si hubo alguien que propuso algo de fútbol fue el FC Barcelona. Y como siempre, esto debe ser recompensado. Polémicas arbitrales a parte, el conjunto blaugrana fue superior por el simple hecho de buscar algo más que el Real Madrid.
Con la expulsión de Pepe, el Pep lo entendió. Debía aprovechar la situación, intentar matar la eliminatoria y dio entrada a Ibrahim Afellay. Profundidad. Por ahí llegó el primer roto y el holandés supo en su primer balón lo que es celebrar un gol en el Bernabeu con él como protagonista. Aunque Albiol aportara su granito de arena. Con el primero todo fue más fácil. Y entró en escena el 10. El fútbol se inventó para él. Uno, dos, tres, cuatro y Casillas al suelo. La jugada se hizo a cámara lenta justo en el momento idóneo para que los fotógrafos tomaran la instantánea que al día siguiente invadiría la prensa, todos vuelven a disfrutar del genio. La imaginación derrotó a la voluntad, a la estrategia y a la táctica. Y Messi ya sueña con llevar a Barcelona una nueva Champions, algo que la pasada temporada le quitaron e impidió cumplir su palabra con la afición, ésta vez no, ésta vez va a por ella con todo. Y quiere hacerlo con fútbol. Como lo hacía desde pequeño con la camiseta del Grandoli en la pequeña cancha de Rosario.
2 comentarios:
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