15 feb 2011

El adiós de un grande

El destino, una vez más, ha sido caprichoso. Dentro de unos años, recordaremos con angustia aquel 14 de febrero de 2011 como un día de luto para la historia del fútbol. Un día después de que derramara las lágrimas en su adiós en la sala de prensa del Corinthians, un pedacito de la historia del fútbol deja un hueco en los campos. ‘Il fenómeno’, se echa a un lado porque siente que ya no puede ofrecernos la magia que dibuja en su mente segundo antes de que le llegue la pelota. El que quizá para muchos sea el mejor 9 de la historia (yo me incluyo) deja atrás una carrera llena de éxitos deportivos a nivel colectivo e individual. Muchos se nos viene a la mente de lo que hubiera sido capaz el astro brasileño si no llega a lesionarse de gravedad. Tres veces mejor jugador del mundo, dos veces rey del mundo con su selección, campeón allá por donde fue y más de 400 goles en sus botas. Esas misma botas que nos hizo la vida tan feliz a unos y que amargó tardes de fútbol a muchos otros.

Algunos privilegiados, crecimos a medida que crecía el fútbol de Ronaldo. Otros habían sido maravillados por él, después de ver muchas horas de fútbol, donde no conocieron nada semejante. Pasó por los grandes de dos países productores de fútbol y emociones. Cambió de una acera a la otra, se fue al máximo rival alternando los países y así consiguió ser querido y respetado por todos. Criticado muchas veces por su vida privada y sus problemas de sobrepeso, Ronaldo siempre habló con la pelota en los pies. Haciendo lo que mejor sabe hacer, magia en un terreno de juego ante muchas de las mejores defensas del mundo. Repartió alegría y dio lecciones magistrales de fútbol por toda europa. Pero amigos, el extasis puro del fútbol llegaba cuando se ponía la verdeamarela y se proclamó campeón de campeones, convirtiéndose en el mayor goleador de la historia de los mundiales. Cuando R9 dejó de ser convocado por Brasil, se apagó una luz en su sonrisa. Pero nadie olvidará aquella triple ‘R’ en el mundial 2002 de Corea y Japón junto a Rivaldo y Ronaldinho.

Su fútbol desprendía belleza, pero no se quedaba ahí. Tildar a Ronaldo de delantero centro a secas no sería lo correcto. A lo largo de la historia del fútbol, quizás sea también uno de los jugadores que dentro de la jugada o del contexto exigido creaba más ventajas para un desarrollo óptimo. También era diferencial en la aceleración de esta y como así, se surtía de los espacios. Su velocidad en carrera con la pelota superaba muchas veces al contrario y muchas veces era la solución individual la que decidía partidos. Era capaz de crearse una ocasión y definir a la perfección por sí sólo. Nunca se vio un jugador como Ronaldo y muy difícilmente volvamos a verlo. Incluso después de su lesión, perfeccionó otros aspectos del juego para seguir siendo igual o más letal de cara a portería. Era único. Era grande.

El día de los enamorados Ronaldo dice adiós, y los que amamos el fútbol le declaramos una vez más amor eterno. A sus goles y sus brazos extendidos en forma de avión en Compostela, después de una cabalgada con el balón cosido a la bota derecha dejando a cinco rivales en el camino. A sus dos brazos levantando también dos veces la copa del mundo con Brasil en Los Ángeles y Yokohama. A los estadios en los que puso en pie a la grada con un gesto técnico, una arrancada o una ocasión de gol que casi siempre acababa acariciando la red. A los que caímos con él, cuando aquel 12 de abril en el Olímpico de Roma volvió a recaer por esa rodilla derecha que nos quitó mucho fútbol del que disfrutar y que años después, volveríamos a levantarnos con él después de una mala tarde en San Siro. A los que volvimos a vibrar con sus goles con su vuelta a España con la camiseta del Real Madrid, y a los que también lo sufrimos en nuestras carnes.



Ronaldo, amado por la pelota. Ronaldo, amado por todos.

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