Algunos privilegiados, crecimos a medida que crecía el fútbol de Ronaldo. Otros habían sido maravillados por él, después de ver muchas horas de fútbol, donde no conocieron nada semejante. Pasó por los grandes de dos países productores de fútbol y emociones. Cambió de una acera a la otra, se fue al máximo rival alternando los países y así consiguió ser querido y respetado por todos. Criticado muchas veces por su vida privada y sus problemas de sobrepeso, Ronaldo siempre habló con la pelota en los pies. Haciendo lo que mejor sabe hacer, magia en un terreno de juego ante muchas de las mejores defensas del mundo. Repartió alegría y dio lecciones magistrales de fútbol por toda europa. Pero amigos, el extasis puro del fútbol llegaba cuando se ponía la verdeamarela y se proclamó campeón de campeones, convirtiéndose en el mayor goleador de la historia de los mundiales. Cuando R9 dejó de ser convocado por Brasil, se apagó una luz en su sonrisa. Pero nadie olvidará aquella triple ‘R’ en el mundial 2002 de Corea y Japón junto a Rivaldo y Ronaldinho.
El día de los enamorados Ronaldo dice adiós, y los que amamos el fútbol le declaramos una vez más amor eterno. A sus goles y sus brazos extendidos en forma de avión en Compostela, después de una cabalgada con el balón cosido a la bota derecha dejando a cinco rivales en el camino. A sus dos brazos levantando también dos veces la copa del mundo con Brasil en Los Ángeles y Yokohama. A los estadios en los que puso en pie a la grada con un gesto técnico, una arrancada o una ocasión de gol que casi siempre acababa acariciando la red. A los que caímos con él, cuando aquel 12 de abril en el Olímpico de Roma volvió a recaer por esa rodilla derecha que nos quitó mucho fútbol del que disfrutar y que años después, volveríamos a levantarnos con él después de una mala tarde en San Siro. A los que volvimos a vibrar con sus goles con su vuelta a España con la camiseta del Real Madrid, y a los que también lo sufrimos en nuestras carnes.
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